viernes, 10 de mayo de 2013


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Sciuris metafisicus
(Nombre común: Ardilla Metafísica)
Graciosa terrible diminuta
ameno el sitio, la quietud a cuento,
coturnos de oro el pie, armiños vestida
apresura el incendio de una flor.
                                               A veces
Entre sus crótalos latientes
alza su pecho gris la incertidumbre,
hecha voz, hecha luz, hecha fragancia
en la piel de la rosa una presencia.
El ámbar otoñal del panorama,
los álamos con su sombra de mayo,
el espejo optimista dela urbe.
Estas ardillas son pedazos de papel,
la tierra da lo suyo, el sol trabaja
un peligro, una muerte, una fortuna,
la leve línea azul de las colinas,
ese azul que después tiñe memorias
suspiros tristes, lágrimas cansadas,
las flores que la vida no tocaba.
Entre las hojas de la encina, adulta
inmóvil que se borra en su constancia,
sus bellos enrejados de esmeralda;
suave borbotear de transparencias
haz de reflejos sobre precipicios
tierra escondida tierra de mi boca
que el sol ardiente calentó en la era
 para gritarle al viento su osadía.
Nosotros somos sólo llamaradas
en el instante previo al total sueño
¿Tú piensas que falta morir para ver
una muralla que la luz divide,
el ímpetu enemigo y la braveza,
la blanca nieve del paisaje andino,
ver tu muro, tus torres y tu río?

Vas a captar el alma del sonido
cristalizaciones casi mentales
el huracán que sale del maíz
la playa azul de la persona mía.
Lo que pasó no fue pero está siendo.

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Honorábilis Blatta
    (Nombre común: Honorable Cucaracha)       

¿Podré alcanzarte algún día?
por esta calle         donde voy pasando,
por debajo de la arena,
no se me puede borrar.
            Como lluvia en la ventana.

En la contradicción del mundo,
después de todo,
soy el amante indeciso.
            Y no te puedo olvidar
   
Por la mañana,
las noches como mis días     con mis malas compañías.
-y quiero decirte mil cosas-
Ojos que miles me ven.
    Labios sin sonrisa

De mañana en ocho días    sabrá dios dónde andaré.
La lejana expresión del mudo,
los horizontes son chiquititos        y parejitos al caminar,
porque así está decretado,
porque no tengo honor.
    ¿Quién tiene la culpa?

Una mañana en mi vida.
Oye los ruegos,
no me mires con desprecio.
Cuando por tus puertas paso,
    quiéreme, no seas así.

Tu cuerpo desnudo sobre la roca,
y en la atmósfera, rumores.
Perdóname
    si te ofenden mis cantares.

Pelear en campo de honor
diciendo que mueran y mueran.
con turbulencia loca,
casi sin sentirlo.
    Te quiero, quizá.

Sale la luna y se mete el sol
y a lo profundo se van a meter
tus líneas y curvas     con sensual maestría.
Tus noches de búsqueda.
Mi mirada vaga
    como tú.

Y somos
    simplemente
para bien
    o para mal
un poco más que amigos
    un poco menos que amantes.


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Eroticus Formicidae
(O la epopeya de la hormiga erótica)
Bajo las piedras y las horas
sin cansarme jamás del juego idéntico
el corazón nervioso emocionado
hasta el fondo más hondo de mí mismo.
¡Hay tanta plenitud en esta hora!
Pisar el agua que la luna enturbia
en las ondas del sueño amurallado
y en las salas de espera y en los ojos
su oscura plenitud de noche bella.
Con dorado de joya nunca vista
un brillante hervidero de alegría
asómanse los tallos amorosos
el crujir de los granos, los latidos
los que siempre llevaron en la sombra
yo soy el sexo de los condenados
sonrisas que se cuajan en mi tacto
el mar que hace un trabajo lento y lento
nocturno mar sin espuma en los labios
que me llena de dulces campanarios.
No perdono a la muerte enamorada
por hacer un examen de conciencia
a los amantes de las bellas letras.
Sólo queda un puñado de cenizas
imagen del hechizo que más quiero:
la aparatosa máquina del mundo.
He tocado la estela de tu cuerpo
que nos separa con leguas de noche.
Volcó la noche fuera de la tierra
en su palacio de muerte inolvidable
porque palpita y brilla en nuestras manos
proclamando el amor y su aventura
mientras las aguas crecen sin espera.
Huele en la sombra el mar, se apaga el ruido
mientras muerdo en la cándida abundancia
te abres de piernas ávida y temblando
-íntima bailarina por la noche-
soledades vestidas con tu nombre
que prolongan así mi ser ardido.

Injusto para el sol es mi reproche
que aunque cruel y muy triste tu partida
bajo el beso y la luz de aquella aurora
puedo besar tu corazón por dentro.
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 Canis Lupus Vagabundus
    (Nombre común: Perro Callejero)
Espíritu sin nombre,
tarde lluviosa en gris cansado.
Indefinible esencia
del bosque en la primavera.

Sus brazos a la tierra
apartando las hierbas     en la alameda.

¡Qué clara es tu virtud!
El libro abierto.
Hondo silencio
de tu corazón inquieto.

Por siempre en la vida eterna
¿a mí me llamas?

Llevas en la boca tu melancolía
y el dolor de mi tristeza.
Silenciosa armonía
en el agua más serena.

¡La sombra de mi alma!
En el alma de la niebla.

Hemos vagado juntos    bajo los altos olmos
Yo pronuncio tu nombre.
Y andabas allí a la caza.
El divino alimento.

Dos ecos que se confunden.
También puede besar con la mirada.

Y sigue el caminar.
La ilusión de la aurora.
Sobre el pentagrama del infinito
llora por cosas lejanas.

Y reclinar tu dormida
cabeza sobre mi pecho.

Llora, flecha sin blanco,
no encontrarás posada.
Virginal de ensueños.
No tendrás camposanto    ni mortaja.

¿Se deshielará la nieve
cuando la muerte nos lleva?

Allí donde el sepulcro se cierra
abre una eternidad.
todo cuanto los dos hemos callado
allí lo hemos de hablar.

Nuestras penas vestidas
con rosadas guirnaldas.

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Felis Nocturnus
(Nombre Común: Gato en la noche)


Vestido sólo por su enigma desnudo
en su solar mil veces milenario
el ángel alto de la media noche
cuyas orejas de coral escuchan
-tempranas, frescas, húmedas, serenas-
la vasta quietud del relámpago.
Ocurrencia de arlequín trasnochado
entre la madreselva de fragante encaje
resuelta en un manantial de transparencias
(su configuración, no obstante, es nítida).
Al caminar sin rumbo entre las sombras
la luz va abriendo como ramas las calles;
nuestros actos prosiguen su camino.
Bien plantado en sus cuatro patas,
atónito en lo alto del minuto
como un demonio que se ríe y se burla
y me enciende el pensamiento.
Con inmortales pies pisa y mide
las redes ocultas que me habitan,
Largo, como el cuerpo de la bestia
bocanada que trepa a la cornisa
para tocar el verdor de los musgos.
Sin ambición, sin pompa de palabras
viste de hermosura y luz no usada,
la luz igual sobre la cabellera.
Régimen de la garra encarnizada,
luna arañada, piedra amenazante.
Es el supremo instante, los ruidos,
los barbechos de glebas grietadas,
Y llega con paso taciturno
poeta y capitán, nave y poema.

¡Qué noble andar, qué grave pensamiento!
lo miro huir sin emoción alguna
por la jactancia de la bugambilia.
Pues yo lamí su sombra hasta borrarla
 ¡Y al unirse el gato y el poeta,

ya en el ocaso agonizaba el día!

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Araneae
    (Nombre común: Araña)
Como un hechizo
en el límite de lo profano.
En la casa limpia.

Espíritus vivos
en la soledad de la noche.
    Que vigilan la noche.

Espíritus muertos.
Entre tantas palabras.
    En la mesa clara.

Son flores que de nuestros labios brotan.

En forma humana deambulan
en lo oscuro y las sombras.
    En los libros de paz.

Encajes y listones de seda
que roban espíritus ingenuos.
    Entre tantas letras muertas.

Hay un capullo de algodón
arrastrando su tristeza.
    En la mano de sus hijas.

Entre las cansadas y sudorosas piedras.

Entre tantos fusiles criminales,
en los libros puros,
    en la casa de la pureza.

En los libros limpios,
hay mantas y coronas de estrellas
    que espían la tierra.

Escondida y callada
de sus pies y de sus manos,
    allá aboga    allá discute.

Tú eres la palabra que brota de mis labios.


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Occultus Rattus
(O rata escondida en la basura)
Tú moras en lugares indecibles
para la noche estáis mejor tocada
como un resorte oscuro sobre un techo
hotel de carretera junto a un bosque
cuando la tinta tiende su emboscada.
Jadeante de sed, loca de infinito
ni su gesto es pasión cuando ya es tarde
un andar solitario entre la gente
un delgado chasquido de violeta
donde el sol y la lluvia se confunden.
Después de sucios tratos y mentiras
que viven solamente una alborada
sin mi sombra siquiera para hablarme
¿Qué han de decir los vivos de una muerta?
Negra la tierra, triste el firmamento
como vuestras miradas y silencios
yacer cual un adobe en los escombros
en la plaza del pueblo a medio día.
Tristeza es descubrirse el corazón
dar lo absolutamente imprescindible
para ser eternamente desgraciado
pensar en ti es azul, como ir vagando
 y fundar en tu pecho una campana.
La piel sin fin, la rosa enajenada
cuando suena la luz de la mañana
en el aroma de lo que contemplo
parece que descansan las estrellas.
como si nunca hubiera que morir.
La oración matinal de la inquilina
la lluvia sobre el zinc de los tejados
como un temblor de miedo en las espaldas.
Pero ha venido el tiempo del sosiego
deja que el aire libre se libere
las olas de tu aliento desatadas
en el pequeño bosque de mi pecho.
El alba temblorosa de tu boca
el vello suave de tu brazo izquierdo
este peso del mar que me golpea
noche arriba los dos con luna llena.




Foto: "Dicen que le han visto volar... ", Mono Fingal, 2012

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