Voló el tiempo, pasamos al
vestíbulo, saludé a Érica en la recepción de Amigos del MUAC, dejamos nuestras
mochilas en la paquetería, me tocó la ficha 17 (como siempre), sonreímos a un
par de rostros familiares y nos perdimos entre unas 60 personas, casi todos jóvenes,
sedientos de arte como nosotros.
La ceremonia de inauguración
inició a las 18:30. Escuchamos a Graciela de la Torre, Directora General de
Artes Visuales de la UNAM, agradecer a patrocinadores y cumplir entusiasta con formalismos
y diplomacias. Nimfa Bisbé, directora de la Colección de Arte Contemporáneo de
la fundación La Caixa, María Teresa
Uriarte, coordinadora de Difusión Cultural de la UNAM, Bartomeu Marí, director
del MACBA, y Manuel Alabart, embajador de España en México, nos emocionaron un
poco más al señalar que estábamos a punto de conocer dos de las colecciones de
arte contemporáneo más importantes de España.
Al fin, entre reiterados
agradecimientos a propietarios de las colecciones y a la Fundación Carlos Slim,
terminó el discurso. Caminamos tras los anfitriones para ingresar a la primera
sala. Esperamos unos cinco minutos mientras Nimfa Bisbé explicaba las primeras
obras a los personajes de traje que antes escuchamos y ahora nos daban la
espalda.
No nos mantuvimos fuera. Los
demás asistentes entramos lenta y desordenadamente a la sala para buscar
aproximarnos al centro de la explicación, donde en fugaces y accidentados semicírculos,
una alegre Bisbé, orgullosa de su trabajo y ya con micrófono en mano, pronunciaba
rápidas síntesis de cada obra.
Un elegante hombre daba amplias
zancadas llevando sobre un diablito la bocina tamaño frigobar que inalámbricamente
amplificaba las palabras de nuestra guía. Había que elegir entre ver la obra y
escuchar con claridad su descripción. En más de una ocasión preferí acercarme a
este hombre y buscar la obra más tarde, pues la preferencia general era
visualizar la fuente original del sonido.
La curaduría de la exposición
contempló obras que ameritan ser aisladas para su montaje, por lo que en dos de
las tres salas de “La persistencia de la
geometría” nos encontramos con las típicas habitaciones de museo que
ofrecen diferencias de luz para obras que lo requieren. Fue donde mi papel como
miembro del grupo de invitados (recibimos invitación digital e impresa para esta
presentación) fue puesto más severamente en duda; Bisbé ingresó en todas las
ocasiones en compañía del equipo que nos recibió, mientras al resto de los
asistentes se nos pidió esperar afuera. En una ocasión intenté ingresar a uno
de estos espacios saltando esta petición, pues me pareció absurdo escuchar
desde el diablito del elegante hombre palabras sobre algo invisible. La propia Graciela
de la Torre, un tanto incómoda, me pidió que esperara a que salieran nuestros anfitriones.
Desde ese momento me separé del
grupo e inicié mi propio recorrido. El mal sabor me lo borró el espléndido
contenido de las obras. Entre instalaciones, fotografías, audiovisuales y
esculturas, terminé percibiendo la realización intangible del título de la
exposición. La persistencia, sí, de la geometría más elemental como una
constante ineludible en toda construcción estética humana.
La casi invisible y ancestral matemática
de la mirada humana se revela sin remedio al que ceda la palabra a la diversidad
de discursos plásticos que esta colección aloja.
En una sala totalmente oscura, un
simple proyector análogo emana un punto que se va convirtiendo en línea y a lo
largo de media hora dibuja lentamente un círculo. Un aparato arroja bocanadas de
humo denso y, gracias al fenómeno Tyndállico, se nos revela un
cono que siempre existe, aunque normalmente es invisible. “Línea que describe un cono” es estar dentro y fuera de una membrana de luz que existe y no y que en
realidad es un frágil haz luminoso que revela una mínima porción de un gran
cubo de gases: es despertar momentáneamente a nuestra cotidiana inmersión en la
geometría. Gracias a Anthony McCall, con su “Línea que describe un cono” (1973), fui testigo y partícipe
(aunque esto último alteró a los vigilantes) de la extraordinaria materialización
de una geometría invisible.
Grandes obras de artistas como Txomin
Badiola, Ana Mendieta y tantos más, me reconfortaron hasta olvidar mi desengaño,
pues me creí invitado a la presentación de estas colecciones visitantes por
parte de tan distinguidos anfitriones. Pero mi invitación era imprecisa; fui
invitado, como todos los que asistimos, en realidad, a mirar de lejos una
visita guiada para los mismos distinguidos personajes.
Que muchos visiten esta gran exposición,
pues constituye una oportunidad única de conocer obras de excelente calidad que
normalmente se encuentran a muchos kilómetros de estas tierras.
Finalizado el recorrido, Mono y
yo nos quedamos un rato más a mirar cómo los invitados importantes (y uno que
otro vivo) degustaban del vino de honor y después emprendimos el regreso a la
otra galería. La que no cobra entrada y acaso tendrá en la puerta de algún solemne
museo su salida.
Y.I.
Y.I.
Foto: Txomin Badiola - E.L. El Ruso 3, Y.I. (2013)
"Línea que describe un cono" es de mis favoritas.
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