sábado, 27 de noviembre de 2010

La lucha feminista se abandera sin comprenderse, une mientras divide. Como tantos movimientos, (presentes en la memoria del mexicano) lleva a algún lugar que nadie sabe porque nadie le comprende; lleva, para cada militante, a su utopía, pero en realidad a la de nadie, pues las utopías de sus miembros y dirigentes son contradictorias. Es un movimiento dividido en el fondo, pues sus principios contienen incongruencias interpretadas a placer de quien las predica.

Arbitrariamente, el feminismo se apropió con el tiempo del concepto de equidad de género, llegando a establecer una popular, pero absurda, relación automática entre quien se llama feminista y quien defiende la equidad. Después el movimiento y una parcial interpretación de sus demandas fueron comercializados por hombres de prejuicios en el mundo hasta desvirtuarlo, dividirlo y convertirlo en buena medida en un concepto comercial.

El resultado actual me preocupa en la forma del gobierno socialista en España, el antiguo y nuevo priísmo en México o el socialismo de China; un puñado de imbéciles parándose en los hombros de verdaderos luchadores sociales, mártires anónimos e idealistas bien intencionados para levantar una farsa. Diciendo suyas sus ideas y fundamentando en la memoria de los mismos sus más individualistas intenciones basadas en sus más particulares principios y prejuicios.
Nadie se pone de acuerdo en la teoría del feminismo; la propia definición contemporánea del movimiento a viva voz de sus líderes es un claro ejemplo. Hablan de feminismos y no de feminismo; de ecofeminismo, feminismo liberal, feminismo islámico, feminismo marxista, feminismo cristiano, separatista, lésbico, cultural, crítico… La lista de sub-clasificaciones en el feminismo es tan grande como el alcance actual del movimiento mismo. ¿Narco-feminismo?

El resultado de la división de un movimiento en tales proporciones, me resulta equiparable, por mencionar un ejemplo, con la división conceptual, ideológica y de intereses presente en las fallidas guerras de independencia y revolución mexicanas. Donde hablar de la guerra de independencia o la revolución resulta sólo el nombre genérico para nombrar el conjunto de luchas de diversas corrientes, (muchas veces contradictorias e incluso antagónicas entre sí) que tuvieron, lógicamente, un resultado accidental e ilógico. Lo alarmante del asunto es que cuando un movimiento pese a sus profundas divisiones e incongruencias perdura y adquiere atención y respeto, suele tomar el rumbo que sus miembros más radicales quieran otorgarle ante la inminente necesidad de sus militantes de un líder que unifique las corrientes. Tal como en las citadas guerras mexicanas.

El rumbo de los más recientes logros feministas en México (y otros varios lugares del mundo) es la prueba de lo dicho. La construcción de un renovado estereotipo público sobre los hombres donde se nos generaliza como alcohólicos, poco inteligentes o estúpidos, poco coherentes e incapaces de resolver una disputa sin hacer uso de la fuerza bruta. Al ser todos poseedores de una exageración patológica de nuestra sexualidad, cualquiera de nosotros es un potencial violador. Todos somos machistas, prejuiciosos, racistas o radicales; somos, vaya, ineptos para desempeñar correctamente casi cualquier papel en la sociedad actual. La propagación de un incorrecto, prefabricado y plástico orgullo femenino mediático que con afanes comerciales se expresa forma vulgar del género opuesto. Acción que se busca justificar abanderando una falsa actitud progresista ante la imposibilidad del género masculino de defenderse por la constante amenaza de ser llamado machista en una sociedad en donde el costo del término es elevado. Modificaciones a las leyes para desbalancear la equidad de género desde la óptica legal; ¿por qué no levantar un poco la venda de aquella alegoría de la justicia, cuando de mujeres se trata?

El feminismo de hoy se parece cada vez más a su peor enemigo, de quien ha aprendido todo. La equidad es muy distinta a un dogma religioso en donde son válidas las infinitas interpretaciones; la equidad y la justicia son lo que son de forma absoluta; dar a cada quien lo que merece sin observar condición; ni religión, ni color, ni nacionalidad, ni aspecto alguno; ni género.
Y ya que no veo por las calles módulos de atención a hombres para denunciar mujeres, no sé de una ley que obligue a un policía a atenderme de manera inmediata y arrestar a la mujer que yo indique por insinuaciones sexuales o faltas de respeto similares, no veo en el metro una sección de hombres donde estrictamente nieguen el paso a mujeres o una red de RTP Apolo, entonces inevitablemente asumo un error.

Hay mucho por hacer ante la persistencia del machismo, la equidad de género es posible de lograr con el compromiso real de hombres y mujeres. Me encuentro profundamente a favor de las lejanas exigencias generales del feminismo original. Pero el hembrismo contemporáneo me preocupa. Sólo espero que el día de mañana, ninguno de mis hijos deba disfrazarse de mujer para estudiar.

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